
Nota de opinión por Sandra Solís. Nodocente de la Facultad de Ciencias Químicas (UNC). Consiliaria nodocente en el Honorable Consejo Superior.
Cada 26 de noviembre se celebra en las universidades nacionales el Día del Trabajador y de la Trabajadora Nodocente. No se trata de una fecha menor ni de un simple recordatorio en el calendario: es el resultado de una historia de organización y unidad que merece ser contada, sobre todo para quienes no conocen cómo surgió esta conmemoración.
En 1973, en Horco Molle (Tucumán), se realizó un congreso que reunió a 2 organizaciones gremiales que hasta entonces representaban de manera separada al personal nodocente universitario. Por un lado, estaba la Confederación de Empleados y Trabajadores de Universidades Nacionales (CETUN) y, por otro, la Federación Argentina de Trabajadores de Universidades Nacionales (FATUN). Ambas agrupaban a las y los trabajadores administrativos, técnicos, profesionales y de servicios de las universidades, pero lo hacían desde estructuras diferentes, con matices ideológicos y políticos que, muchas veces, las enfrentaban.
El encuentro de Horco Molle fue histórico porque allí se decidió dejar de lado las diferencias y apostar por la unidad. Esa unidad no fue solo gremial, sino también política, social y profundamente humana. Representó el reconocimiento de que las y los trabajadores no eran un engranaje secundario, sino protagonistas indispensables de la vida universitaria. Esta decisión dio origen a un escalafón único para las y los nodocentes, que permitió reconocerse como un cuerpo organizado dentro de la universidad.
Desde entonces, cada 26 de noviembre se recuerda ese paso fundamental que dignificó la tarea de quienes, sin estar frente al aula, hacen posible que la universidad, y en este caso la facultad, funcione: desde la gestión administrativa hasta el mantenimiento de los laboratorios, desde la atención en las bibliotecas hasta el soporte técnico, que sostiene a la investigación y a la docencia.
Hoy, con profesionales que egresan de la Licenciatura en Gestión Universitaria, podemos afirmar que la historia iniciada en 1973 se proyecta hacia el futuro con más fuerza que nunca. La unidad gremial, la defensa de la universidad como derecho y la profesionalización de la labor nodocente son tres pilares que garantizan que la universidad pública siga siendo un espacio de inclusión, equidad y transformación social.
Celebrar el Día de las y los Nodocentes es, entonces, mucho más que felicitar a un grupo de trabajadores y trabajadoras. Implica reconocer que la universidad constituye una construcción colectiva, donde estudiantes, docentes, las comunidades científica y graduada junto a nodocentes forman parte de un mismo proyecto. Sin el compromiso y la labor cotidiana de las y los nodocentes, la vida académica sería imposible. Y sin su profesionalización y formación continua, resultaría complejo pensar en una universidad moderna, capaz de enfrentar los desafíos de la gestión y de las políticas públicas en educación superior.
Por eso, la Facultad de Ciencias Químicas nos invita a reflexionar sobre el valor de la unidad, la importancia de la capacitación y el reconocimiento de quienes sostienen, silenciosamente, el día a día de nuestra institución. El 26 de noviembre no es solo un aniversario. Esta fecha nos recuerda que la universidad se construye entre todos y todas, y que la dignidad, la formación y la capacidad de intervención de las y los trabajadores es también el futuro de la universidad pública.
