¿Qué representa la universidad pública para las y los estudiantes y para la sociedad?

abanderados

Nota de opinión por Nuria Abigail Plebani. Egresada 2024 de la carrera de Licenciatura en Química, de la Facultad de Ciencias Químicas. Abanderada período 08/2024 – 08/2025.  Becaria doctoral de INFIQC-CONICET.

En estos tiempos, el sistema universitario nacional está atravesando el recorte presupuestario más alarmante en muchos años. Junto a eso, la disminución del salario docente ha generado una reducción en el poder adquisitivo en más de un tercio, desde finales de 2023. 

Entonces me pregunto: ¿Qué representa la universidad pública para nosotros, como estudiantes? ¿Qué representa para la sociedad argentina? ¿Es posible pensar ambas de forma separada?

Inicié mi trayecto universitario -como tantos estudiantes- mucho antes de ser parte de su comunidad, cuando a pocos años de edad mis padres me preguntaron qué carrera me gustaría estudiar. Ellos no habían podido continuar sus estudios, más allá del secundario; y deseaban que yo tuviera la certeza de poder estudiar. 

Este anhelo no representaba una situación aislada a mi familia, sino algo palpable en otros niños y en sus hogares. La pregunta recurrente: ¿qué querés ser cuando seas grande? no era solo un sueño infantil, era una promesa. Cualquier niño que deseara ser médico, científico, periodista o arquitecto tenía la oportunidad de serlo.  

Con los años entendí que esa certeza no era compartida en otros países de la región, donde jóvenes con gran vocación no podían acceder a la universidad. Lo que nos diferenciaba era claro: en Argentina la educación superior es un derecho humano fundamental, con la posibilidad de acceder de manera gratuita e irrestricta. Esa convicción es la que hizo que muchos pudiéramos soñar y proyectar un futuro académico y profesional alcanzable por todos y todas, dejando de ser un beneficio para pocos. De esta manera, muchos llegamos a la Facultad de Ciencias Químicas, que se convertiría, para mí, en los años siguientes en algo más que una institución. 

A lo largo de mi paso como estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba conseguí, en primera instancia, aquello que buscaba y estaba segura de encontrar: una excelente formación como profesional. Cómo no alcanzarla si quienes forman a estudiantes son investigadores y docentes con un sentimiento de vocación incalculable. 

Recuerdo la sensación maravillosa que fue entrar, por primera vez, a los laboratorios; muchas veces con miedo y otras con curiosidad, pero siempre con palpable emoción. Era imposible no sentirse motivado cuando todo tu entorno impulsaba aún más tu necesidad de saber, de aprender. 

Ahora reflexiono: ¿Qué tanto de la experiencia universitaria puedo sentir como algo mío, y no como algo nuestro? si los logros han sido compartidos. Es singular el momento en el que tras compartir una clase, un mate, volverse compañeros de un trabajo práctico, o simplemente sufrir por la misma materia, alguien puede comenzar a considerarse tu facu-amigo. La convivencia puede convertirse en amistad. Esto es algo que también conseguí en la universidad nacional; que no esperaba. 

Transitar esos espacios con personas que me motivaron a seguir formándome a nivel académico y personal es muy valioso; personas a las que hoy considero no solo brillantes profesionales y colegas, sino también invaluables amigos. Siempre estaré enormemente agradecida a la universidad nacional y a nuestra querida FCQ por la excelente preparación académica que me permitió alcanzar; pero estaré más agradecida porque lo pude hacer rodeada de personas increíbles. 

La educación pública da la posibilidad de formarnos como profesionales y como seres sociales. El hecho de que podamos tener compañeros con experiencias, creencias, ideales, culturas y vidas diferentes a las propias, es lo que nos hace crecer como personas.

Sin embargo, a pesar de todo lo que ha hecho, y logrado, por nosotros el sistema educativo público, no puedo asegurar que los niños de hoy sientan lo que nosotros sentíamos al responder la pregunta: ¿qué querés ser cuando seas grande? Tampoco es posible asegurar que sus padres puedan prometer a sus hijos un futuro académico, si así lo desean. 

En estos tiempos, el sistema universitario nacional está atravesando el recorte presupuestario más alarmante en muchos años. Junto a eso, la disminución del salario docente ha generado una reducción en el poder adquisitivo en más de un tercio, desde finales de 2023. 

También, el presupuesto necesario para la realización de proyectos de investigación -pilares fundamentales de nuestra Facultad- ha disminuido en un 87%. Somos personas de ciencia, personas de datos, dedicamos gran parte de nuestras carreras al análisis de ellos. Por eso no resulta sorpresivo el peligro que corre la sostenibilidad y la continuidad del sistema educativo público.

En este punto, llamo a reflexionar a mis compañeros, estudiantes y egresados; los invito a hacer memoria: recuerden el deseo, la emoción que sentían de niños al pensar en sus futuros, al anhelar convertirse en lo que son hoy. Recuerden la felicidad y el orgullo en el rostro de sus seres queridos al saber que habían aprobado el ingreso. Recuerden cuando aprobaron sus primeras materias. Recuerden la satisfacción que les dio un ejercicio bien hecho, una buena nota o un seis en una materia que sufrieron al estudiar. Recuerden los momentos llenos de alegría que compartieron con sus “facu-amigos”, con sus amigos. Recuerden y piensen si hubieran podido conocerlos de no ser por la universidad pública, si ellos hubiesen llegado a ser los profesionales que son hoy o serán pronto. ¿Lo serían ustedes mismos? 

Uno de los días más felices de mi vida fue cuando me recibí, la culminación de tantos años de esfuerzo y perseverancia. Pero mi felicidad no era individual, era colectiva. Lo que me dio mayor alegría fueron las lágrimas de mis padres, quienes habían soñado para mí un futuro que ellos no pudieron elegir. Fue compartir el momento con mi familia, que siempre me apoyó; y con mi amigos, que siempre me acompañaron. 

Hoy sé, con certeza, que todo eso no hubiese sido posible sin la universidad pública. Anhelo que las generaciones actuales y venideras, puedan vivir la dicha de elegir su futuro en base a su deseo y vocación; sin importar su nombre, apellido, o la profesión de sus padres. Por eso, debemos seguir luchando por una universidad pública, gratuita, laica y de calidad, orgullo de los argentinos.

Comentarios cerrados.